A lo largo de mi carrera como cirujano plástico especializado en el retiro de biopolímeros, he escuchado cientos de preguntas sobre su origen, composición y efectos. Pero, ¿alguna vez te has detenido a pensar en la historia de los biopolímeros? ¿Sabías que su uso se remonta a civilizaciones tan antiguas como el Egipto faraónico o que en ciertas culturas su aplicación tiene un trasfondo ritual?
Comprender la historia de los biopolímeros en la medicina no solo nos permite valorar sus aplicaciones legítimas en campos como la regeneración de tejidos o la cicatrización, sino también cuestionar las prácticas peligrosas que persisten hasta hoy. Como profesional dedicado al bienestar de mis pacientes, creo que conocer este recorrido histórico nos da herramientas para tomar decisiones más informadas y responsables.
Hoy quiero compartir contigo cinco curiosidades que, probablemente, no sabías sobre los biopolímeros. Algunas te sorprenderán, otras te impactarán. Pero todas revelan una verdad ineludible: necesitamos seguir hablando con claridad sobre estas sustancias y sus consecuencias en el cuerpo humano.
¿Qué entendemos hoy por biopolímeros?
En términos científicos, los biopolímeros son macromoléculas de origen natural formadas por la unión de monómeros, presentes en estructuras tan conocidas como el ADN, el colágeno o el almidón. Su origen biológico les permite integrarse con el cuerpo humano y, en muchos casos, ser biodegradables, lo que ha impulsado su uso en medicina regenerativa, apósitos, prótesis e incluso ingeniería de tejidos.
Sin embargo, cuando hablamos de historia de los biopolímeros en la medicina desde una perspectiva estética, el panorama cambia. En el lenguaje común se denomina «biopolímeros» a una serie de sustancias sintéticas como la silicona líquida, la parafina o el metilmetacrilato, que fueron inyectadas durante décadas con fines estéticos sin tener aprobación médica ni respaldo científico.
Estas sustancias no son verdaderos biopolímeros según la definición técnica. Su uso ha derivado en complicaciones médicas serias, y su permanencia en el cuerpo humano es uno de los retos más grandes en cirugía reconstructiva.
Un vistazo al pasado: historia de los biopolímeros en la medicina
Uno de los primeros registros proviene del Antiguo Egipto, donde se intentaron inyecciones subdérmicas de sustancias oleosas con fines estéticos. Aunque rudimentarios y sin control médico, estos procedimientos muestran que la humanidad siempre ha buscado modificar su cuerpo.
Sin embargo, el primer caso documentado con precisión científica data del siglo XX: una lipoinyección en los testículos de un paciente ruso, tras una cirugía de cáncer testicular. El médico inyectó silicona líquida para «restaurar» el volumen perdido.
Este tipo de prácticas comenzó a llamar la atención de la comunidad médica. Lo que antes se veía como una curiosidad marginal empezó a aparecer en revistas científicas. Y así, lentamente, la historia de los biopolímeros se fue integrando a la medicina, con un matiz de advertencia.
Curiosidad 1: De Japón a Hollywood – el auge silencioso
Pocos saben que uno de los momentos más decisivos en la historia de los biopolímeros ocurrió lejos de los quirófanos modernos. En los años 70, un cirujano japonés llamado Dr. Akiyama revolucionó el mundo estético con un gel de silicona inyectable que prometía resultados inmediatos sin necesidad de cirugía. Esta sustancia, inicialmente presentada como “grasa natural”, fue utilizada en miles de procedimientos de aumento de senos y otras zonas del cuerpo.
Pero el verdadero punto de inflexión ocurrió cuando sus discípulos llevaron esta técnica a Estados Unidos, específicamente a Los Ángeles, California. En la capital mundial del cine y las celebridades, la promesa de un cuerpo moldeado sin bisturí caló profundamente. Así, sin demasiada resistencia ni supervisión, comenzó a expandirse una práctica que marcaría un antes y un después en la historia de los biopolímeros en la medicina estética.
Lo preocupante es que, en ese momento, poco se sabía sobre los efectos a largo plazo de estas inyecciones. No existían estudios clínicos rigurosos ni protocolos de seguimiento. Era una carrera por el resultado rápido, sin considerar las consecuencias que vendrían años después: migración del material, inflamación crónica, infecciones, necrosis, e incluso complicaciones autoinmunes.
Curiosidad 2: Biopolímeros no se reabsorben… jamás
Uno de los grandes mitos que aún escucho en consulta es la idea de que los biopolímeros “desaparecen con el tiempo”. Nada más lejos de la realidad. En términos médicos, la mayoría de sustancias utilizadas como rellenos estéticos no son biodegradables. Esto quiere decir que el cuerpo humano no tiene la capacidad de descomponerlas ni eliminarlas de forma natural.
Durante años, se promovieron como alternativas seguras porque “no eran absorbidas por el organismo”. Lo que no se explicó es que, justamente por eso, pueden permanecer encapsuladas, migrar a otros tejidos o desencadenar respuestas inflamatorias.
Desde el punto de vista físico, estas sustancias son increíblemente estables. Algunas necesitan temperaturas superiores a los 400°C para desnaturalizarse y hasta 1.000°C para comenzar a derretirse. Ningún proceso biológico dentro del cuerpo puede generar esas condiciones. Por lo tanto, permanecen, se infiltran y complican progresivamente el entorno donde fueron colocadas.
En la historia de los biopolímeros en la medicina, esta característica ha sido un obstáculo para su manejo. A diferencia de biopolímeros genuinos como el ácido hialurónico (que sí es reabsorbible y aprobado para uso estético), los materiales sintéticos inyectados de forma clandestina no ofrecen salida fácil.
Curiosidad 3: ¿Se puede eliminar el 100%? Solo en ciertos casos
Una de las preguntas más frecuentes que recibo es si es posible eliminar por completo los biopolímeros del cuerpo. Y la respuesta, aunque a veces esperanzadora, es más compleja de lo que parece. En algunos casos, sí se puede lograr una extracción total, pero esto solo es viable bajo condiciones muy específicas.
Cuando el biopolímero está localizado en una sola zona, encapsulado superficialmente en la piel o el tejido subcutáneo, y no ha migrado ni ha sido masajeado de forma inadecuada, la cirugía puede ser altamente efectiva. En estas circunstancias, retirar el tejido afectado permite una limpieza completa. Pero esta es una excepción, no la regla.
Lamentablemente, la mayoría de pacientes llegan a consulta años después de la aplicación, cuando el material ya ha migrado, se ha mezclado con músculos, nervios y vasos, o ha desencadenado fibrosis intensa. En estos casos, la remoción completa es inviable sin generar daño funcional o estético importante.
Desde mi práctica quirúrgica, nos enfocamos en lograr el mayor porcentaje de retiro posible con la técnica abierta M.A.S.K., priorizando la salud y calidad de vida del paciente. Es un procedimiento meticuloso, planeado con estudios de imagen detallados, que busca minimizar riesgos y mejorar los síntomas.
Curiosidad 4: Prácticas culturales… y controversias
La historia de los biopolímeros no solo se ha escrito en quirófanos y laboratorios. Existen usos culturales y rituales que, aunque poco conocidos, revelan cómo diferentes sociedades han interactuado con estas sustancias, incluso fuera del ámbito médico.
En islas como Samoa o en comunidades de Nueva Zelanda, ciertos rituales de modificación corporal han incluido, en tiempos modernos, prácticas que podrían considerarse equivalentes al uso de biopolímeros. Aunque tradicionalmente estos pueblos empleaban técnicas de tatuaje con pigmentos naturales y herramientas artesanales, hay registros contemporáneos de inyecciones subdérmicas con silicona para formar relieves o símbolos con fines rituales o estéticos.
Lo más sorprendente es que, en algunas de estas culturas, tales prácticas no se consideran dañinas, sino formas de expresión o conexión espiritual. Esto abre un debate profundo: ¿cómo se regula una sustancia cuando su uso no solo es estético, sino también cultural?
Otra realidad que inquieta es la aparición de casos documentados donde menores de edad han recibido aplicaciones de biopolímeros, muchas veces con el consentimiento de sus padres. Países como el Reino Unido han debido implementar leyes que prohíben el uso de rellenos cosméticos en menores de 18 años, salvo que exista una indicación médica clara.
Curiosidad 5: El legado industrial oculto de los biopolímeros
Cuando pensamos en biopolímeros, es fácil limitarnos a lo estético o a lo médico. Pero la historia de los biopolímeros también se ha desarrollado silenciosamente en la industria, incluso antes de que el término fuera ampliamente conocido.
Un ejemplo emblemático es el de Henry Ford, pionero de la industria automotriz, quien en la década de 1930 utilizó bioplásticos derivados del aceite de soya para fabricar partes de sus vehículos. Lo hizo por razones prácticas y económicas, pero también por una visión futurista: aprovechar materiales sostenibles cuando los plásticos derivados del petróleo aún no dominaban el mercado.
Otro caso notable es el del celuloide, considerado el primer plástico artificial, creado en 1862 a partir de celulosa. Este material revolucionó la industria del cine, la fotografía y los artículos de consumo masivo. Más adelante, llegaron el rayón y el celofán, ambos derivados de la misma base vegetal, demostrando el potencial de los biopolímeros como alternativas eficientes y funcionales.
Incluso en medicina, materiales como la seda o el colágeno se usaban mucho antes de que entendiéramos su estructura molecular. Se aplicaban en suturas, apósitos y recubrimientos, gracias a su resistencia y biocompatibilidad.
Lo curioso es que muchos de estos desarrollos quedaron opacados por el auge del plástico sintético tras la Segunda Guerra Mundial. Solo en años recientes, impulsados por la crisis ambiental, hemos vuelto a mirar los biopolímeros con interés renovado.
Tu salud es el mejor legado: conoce más sobre la historia de los biopolímeros y cómo actuar hoy
Hoy sabemos que la ciencia, la ética y la regulación son pilares fundamentales para proteger la salud. Como cirujano plástico especializado en el retiro de biopolímeros, he visto cómo una decisión estética puede transformarse en un problema de largo plazo si no se cuenta con la información y el acompañamiento adecuados.
La buena noticia es que hay soluciones. Con tecnologías avanzadas y técnicas quirúrgicas como la que hemos desarrollado en nuestra clínica, es posible retirar gran parte del material, aliviar síntomas y recuperar calidad de vida. Pero todo comienza con el conocimiento.
Si esta lectura te resultó útil o te hizo pensar en tu caso o el de alguien cercano, te invito a profundizar en el tema. En nuestro sitio web encontrarás más información médica, respuestas a preguntas frecuentes y opciones seguras para actuar a tiempo.